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(Sorry, this page has not been translated by the translator you selected.) La maestra Suku y sus aprendices llegaron a un pueblo que Suku conocía de joven. El día estaba caluroso, y los cuatro viajantes estaban secos. “Joven monje”, dijo Suku a uno de sus aprendices. “Tráenos agua del pozo al pie de esta colina, y te contaré de mi juventud en este lugar.” Cuando el monje hizo eso, y los cuatro bebieron su porción, Suku dijo: “En este pueblo fui aprendiz en C de un buen maestro. Nuestra tienda seguía los estándares de codificación que él estableció, sin embargo sentía que nos permitía demasiada creatividad. Porque la libertad es como el kama1: con él el habilidoso puede cosechar un campo entero en un día, pero el torpe puede cortarte la cabeza. “Con el tiempo diseñé un conjunto elegante de patrones de diseño para uso propio. ¡Ay, si pudiese mostrarles ahora el glorioso código que escribí! Cada constante, tipo, función y variable eran nombrados según su propósito. Los parámetros eran ordenados desde el tipo más complejo hasta el menos complejo, y los campos de los structs eran prefijados para facilitar el uso de macros especiales que había inventado. Mantener mi propio código se volvió una verdadera alegría. “Refiné este sistema hasta que con gran orgullo estaba listo para enseñárselo a mi maestro. Le pedí que añadiera mis estándares de codificación a los suyos, que toda la tienda se beneficiaría. “Mi maestro declaró que sin dudas era la metodología de diseño e implementación más completa que haya visto, y que si toda la tienda siguiese mi ejemplo estaríamos seguros de producir código de una belleza, claridad y extensibilidad sin paralelo. “Él me dio el nombre Enro2 y me recompensó con el honor de colocar un nuevo camino en nuestro jardín de meditación. Él diseñó ese camino para que se pareciera a una gran serpiente serpenteante, con su cola raspando la puerta de su jardín y sus colmillos cerrándose sobre un pozo al fondo de los terrenos. Me tomó un mes cavar la base, nivelar el fondo con arena, poner los adoquines, y colocarlos bien con grava y tierra. “Cuando acabé mi maestro dijo que el camino, al igual que el código, era algo de belleza sublime, y decretó que su tienda lo mantendría por siempre.” En ese momento Suku quedó en silencio por un largo tiempo. Finalmente uno de sus aprendices preguntó: “¿Sigue estando el camino?” “Estamos sentados sobre su cola,” dijo Suku. “Verán, aquí está la puerta de mi viejo maestro; su casa está más allá. Y el agua que bebimos es del pozo entre los colmillos. Noten qué está en el camino, y qué no.” Los ojos de los aprendices siguieron el camino retorcido desde el pozo mientras barría un gran arco serpenteante alrededor de la ladera. Sus piedras eran verdes con musgo y plagadas de hierbas. Donde desaparecía el camino a través de la puerta se fijaron que unía a un segundo camino de tierra, donde el pasto parecía haber sido pisoteado tan a menudo que dejó de crecer. El camino polvoriento corría derecho desde la puerta hacia el pozo, arruinado sólo por un conjunto fresco de pisadas de sandalias que iban abajo, y de nuevo arriba, y acababan a los pies del joven monje que había traído el agua. Traducido por Gonzalo Alcalde. Un extracto de The Codeless Code, por Qi (qi@thecodelesscode.com). Distribuido bajo la Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License. |