Cuando sus respectivos aprendices se retiraron por la noche,
las maestras Suku y Yaqqana hablaron al lado del fogón
en el pequeño monasterio de Yaqqana.
Yaqqana dijo: Comparemos los caminos de nuestros templos,
para ver que podemos aprender del otro.
Suku respondió: Es agradable.
Yaqqana dijo: Nuestros sistemas están hechos de varios componentes,
cada uno modelado como la tierra misma:
la persistencia son los cimientos rocosos,
la lógica de negocios es el suelo fertil,
la presentación son las flores fragantes
deleitando al cielo infinito.
Suku respondió: Hacemos lo mismo.
Yaqqana dijo: Nuestros diseños son guiados por tres principios:
bajo acoplamiento entre componentes,
alta cohesión entre ellos,
y la encapsulación siempre y cuando los desarrolladores se encuentran.
Suku respondió: Pensamos lo mismo.
Yaqqana dijo: Nuestros medios para ese fin son auto-evidentes:
a cada monje se le asigna un componente a la vez,
escribiendo las capas como mejor le parezca.
Suku respondió: Aquí separamos caminos—porque en nuestro templo,
a cada monje se le asigna una capa a la vez,
sin embargo escribe en varios componentes distintos.
Yaqqana dijo: Las virtudes de nuestro camino se ven inmediatamente:
Cada componente es consistente de punta a cabo,
pero es una caja negra para sus vecinos de izquierda y derecha.
Suku respondió: Las virtudes de nuestro camino son igual de aparentes:
Cada capa es consistente de punta a cabo,
pero es una caja negra para sus vecinos de arriba y abajo.
Yaqqana dijo: Vuestro camino nos mataría de estancamiento—
porque tanto se debe hablar antes de que se escriba código.
Suku respondió: Vuestro camino nos hundiría en el caos—
porque tanto código se debe escribir antes de que alguien hable.
Yaqqana dijo: Cuando nuestro templo se construyó,
fue en las bases del respeto,
la confianza mutua,
la creatividad,
y la independencia.
Confiamos hasta que nuestros monjes regulares entreguen código de calidad,
y eso no lo cambiaría por nada.
Suku respondió: Ni te pediría que lo hicieras.
Vuestro templo no es nuestro templo; vuestras necesidades no son las nuestras.
Por lo tanto estemos de acuerdo en algo más,
separarnos amistosamente.
Así las dos se abrazaron en amistad,
y se desearon felices sueños.
Pero cuando Yaqqana se fue, y Suku estaba sola,
le susurró al fuego moribundo:
Cuando fue construido vuestro templo,
¿Los albañiles cortaron las piedras de los cimientos?
¿Los carpinteros tallaron las vigas?
¿Los plomeros colocaron las tuberías?
¿Los techadores colocaron las tejas?
¿O cien trabajadores regulares eligieron un cuarto cada uno,
y lo construyeron entero de la tierra al cielo?