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Caso 223

Costos Ocultos

Como castigo por implementar una solución inusual a un problema, la monja Satou fue ordenada por el maestro Banzen a posar sin moverse en la entrada de su oficina todos los días, pretendiendo ser un perchero.

Cada visitante nuevo que entraba invariablemente miraría confundido y preguntaría que debería hacer con su abrigo. El maestro señalaría sin hablar a Satou. Al final el visitante comprendería.

Cuando pasaron cien visitantes, Banzen le preguntó a su aprendiz si ha servido bien a sus invitados.

Satou respondió, “Ningún abrigo quedó arrugado en el piso, mojado alguna silla, o agobió a su dueño.”

Banzen sacudió su cabeza y ordenó a la monja que continuara sus servicios.

Cuando pasaron otros cien visitantes, Banzen de nuevo le preguntó a su aprendiz si ha servido bien a sus invitados.

Satou respondió, “Robé de cada uno.”

Banzen levantó una ceja y preguntó, “¿Qué robaste?”

“¡Ay!” gritó Satou. “¡Ahora también te he robado!”

Banzen sonrió y liberó a la monja de sus deberes.

Comentario de Qi

Hasta que este cuento tenga sentido, he robado de ti también.
Ay, no conozco una manera mejor de evitarte una vida de crimen.

Poema de Qi

Satou hizo un reloj que perdía un minuto por día.
Lo colgó donde cuarenta millones de monjes pudieran ver.
Al día siguiente fue sentenciada a la decapitación—
La monja no podía negar que había robado una vida.