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Caso 231

Pereza

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El monje principal del Clan del Halcón en Picada le pidió ayuda al maestro Banzen con un cliente difícil. El cliente era una fabricante de cometas de seda y bambú, y la aplicación del clan le permitía revisar su enorme catálogo en línea.

“Simplemente no puedo hacerla feliz,” se quejó el monje principal.

“Dime que la hace infeliz,” dijo Banzen. “Entonces quizás podrás hacer lo opuesto.”

“Pereza,” declaró el monje principal; “porque ella dice que nuestra interfaz hace que ella haga mucho trabajo, sin embargo el trabajo es su culpa, no nuestra.”

“Explícate,” dijo Banzen.

“Primero,” dijo el monje principal, “para cada cometa, desea permitir sólo ciertas sedas. Así que nuestra interfaz debe tenerla especificando las sedas individualmente por cometa—sin embargo ella siempre dice que esa tarea es muy tediosa. ¡No es nuestra culpa que ella sea tan particular!”

“Sin dudas,” dijo Banzen.

“Para empeorar las cosas,” dijo el monje principal, “ella tiene cientos de rollos de seda en su tienda, ¡de los cuales docenas pueden ser ofrecidos para una cometa dada! Hemos probado cada widget en nuestra librería—listas de selección múltiple, listboxes duales, Drop downs con typeahead—sin embargo ella siempre dice que esa tarea es muy onerosa. ¡No es nuestra culpa de que ella ofrezca tantas opciones!”

“Absolutamente,” dijo Banzen.

“Finalmente,” concluyó el monje principal, “siempre se introducen sedas nuevas y se retiran sedas viejas. Así que ella debe revisar la lista de sedas para cada cometa por todo el año—sin embargo ella siempre dice que esa tarea es muy pesada. ¡No es nuestra culpa que la moda sea voluble!”

“De acuerdo,” dijo Banzen.

Entonces Banzen fue a ver a la fabricante de cometas.

- - -

Las quejas de la fabricante de cometas eran tal como las describió el monje principal. Después de escucharlas, Banzen deambuló por su taller, y sin dudas encontró varios cientos de rollos de seda, cada uno con un tono y patrón distintos.

Después de reflexionar un momento, Banzen señaló al esqueleto de bambú de una cometa en su mesa de trabajo.

“¿Qué sedas ofreces para esta cometa?” preguntó Banzen.

“Sólo diseños azul nube,” dijo la fabricante. “Pero tengo docenas de sedas con diseños azul nube.”

“¿Y para aquella?” preguntó Banzen, señalando a otra.

“Esa es una de mi serie ‘cuervo’,” dijo la fabricante. “Diseños azul pluma o negro pluma, pero no sedas ligeras.”

“¿Y para aquella?” preguntó Banzen, señalando a otra.

“Esa es una de mi serie ‘dragón’,” dijo la fabricante. “Sólidos negros, diseños rojo fuego o blanco tierra, pero no sedas pesadas.”

Cuando él estuvo seguro de entender el algoritmo de la fabricante de cometas, Banzen regresó con el monje principal.

- - -

“Es tal como lo has descrito,” dijo Banzen al monje principal. “Lo que pone infeliz a la fabricante de cometas es la pereza.”

“¿Sin embargo como puede ser corregida?” preguntó el monje.

“Wú,” dijo Banzen, sacando un sobre grueso de sus ropas. “Aquí están las medidas de corrección, las cuales te entregaré cada semana hasta que la fabricante haya logrado la felicidad.”

En un rápido movimiento Banzen tiró los contenidos del sobre al aire. Cientos de cuadrados minúsculos de papel coloreado volaron en espiral por el cuarto; cada uno como una pequeñita cometa a la deriva en el viento.

“Bonito,” dijo el monje principal, “¿pero qué es?”

“Se llama confeti, dijo Banzen. “Lo hice con tu paga semanal. Usando billetes pequeños, por supuesto.”