Forma

Una mañana una monja llamada Zjing iba pasando por una terminal, alrededor de la cual se agruparon varios hermanos instruidos del Clan de Un Zapato. En la pantalla un programa brillaba suavemente entre los rayos dorados del amanecer. Zjing hizo una pausa para ojearlo.

“Eso no está bien,” dijo la monja, y siguió caminando.

Eso fue reportado a la abadesa del clan, quien luego aquel día encontró a la monja trabajando en la alfarería. Las manos de la monja estaban rojas y mojadas de barro: estaba girando un nuevo jarro de agua en la rueda de cerámica, pues ese era su deber asignado.

“Un hermano instruido dice que le has mostrado un grave irrespeto esta mañana,” dijo la abadesa. “¿Lo niegas?”

“Wú,” dijo la monja. “Un avispón puede pinchar a un oso, cuando el nido está bajo su pie.”

“El hermano mantiene que no requiere corrección,” dijo la abadesa. “Lo miré ejecutar ese mismo código, y hallé su performance muy satisfactoria. El dice que has tardado no más que lo que toma una rama caerse, y por lo tanto no has podido juzgar sus labores justamente.”

“Wú,” dijo la monja.

“Explica,” dijo la abadesa.

Zjing colocó el jarro recién hecho en un estante, junto a una docena de jarros. Todos eran perfectamente simétricos, e idénticos en cada proporción.

La monja vaciló por un momento, luego con un rugido apretó el cuello flexible del jarro nuevo con ambas manos. Luego dio puñetazos a su tazón repetidamente, y retorció su mango elegante.

Dando un respiro, Zjing llenó otro jarro de agua y lo vació en el jarro torcido. Caminó lentamente hacia atrás hasta pararse junto a la abadesa.

Hasta la última gota de agua quedó contenida.

“Satisfactorio,” dijo la monja.