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El Maestro Banzen había estado luchando con un problema de diseño toda la noche. Sobre su pizarrón habían tres enfoques posibles, cada uno con sus propias promesas y obstáculos: Banzen estuvo intentando desesperadamente decidir cual sería el mejor. Finalmente, con los ojos rojos y las manos temblando manchadas de tinta, abandonó su oficina y empezó a caminar por los pasillos del templo para aclarar su mente.

Finalmente llegó a la cocina, que sonaba con gritos y estruendos de cacerolas; porque los cocineros estaban despiertos, habiéndose levantaado temprano para preparar el desayuno como era su costumbre.

Banzen deambuló entre ellos, observando el ajetreo de actividad. Cebollas siendo peladas, zanahorias cortadas, gallinas desplumadas. El arroz cocinándose al vapor, la sopa hirviendo, la carne de cerdo chisporroteando, los huevos friéndose.

Una cocinera que él notó tenía una tarea bastante simple. Ella mezclaría una olla de líquido oscuro y aguado, la llevaría a una esquina tranquila, y la dejaría allí sin atender. Después de un rato volvería para vaciar los contenidos, los cuales de alguna manera se volvieron sólidos. Ella lo hizo varias veces.

“¿Qué es eso?” Le preguntó Banzen.

“Sangre de pato,” fue la respuesta. “La estoy coagulando para el tofú de sangre.”

Banzen se inclinó y se fue.

Luego aquella mañana, un aprendiz halló a Banzen de nuevo en su oficina. El maestro estaba sentado sin moverse, contemplando el pizarrón, los ojos distantes, las manos vacías.

“¿Qué está haciendo?” preguntó el aprendiz.

“Coagulando,” dijo Banzen.

Topics...  design, rethinking