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El Templo del Gong de Latón Mañanero estaba enclavado en los pliegues de un bosque sombrío y exhuberante en las altas montañas. Oculto entre sus cuidadas y espesas arboledas habían cuatro santuarios, dedicados a cuatro dioses del silencio diferentes. El monje Huisheng pagaba sus respetos al último de ellos cuando una sandalia cayó del cielo hacia el suelo ante él. El monje miró hacia arriba y descubrió a un hermano aprendido—atado, amordazado, y subido por cuerdas para que quede colgado de la rama superior de un ciprés. El prisionero estaba luchando frenéticamente contra sus ataduras para llamar la atención de Huisheng. Era el hábito de Huisheng no hablar a menos de que se le hable; y como el prisionero estaba indispuesto a hablar en absoluto, Huisheng simplemente se dio vuelta y se arrodilló ante el santuario, para contemplar mejor la escena. —He oído mucho hoy, pensó Huisheng, sobre el estado de un trabajo batch nocturno crítico. —Muchos alabaron el diseño del trabajo; porque si se decía que si algún registro no podía ser procesado, un email apropiado era enviado automáticamente al Administrador y a todas las Partes Afectadas. —Muchos admiraron la fiabilidad del trabajo, y como era común que pasaran días sin que se envíe tal mensaje. —Muchos remarcaron la reticencia del trabajo, y de como mandaba mensajes sólo cuando se juzgaba que había un error que necesitaba corrección. Este rasgo lo encuentro particularmente virtuoso, sin embargo el abad que toma té a mi lado habló de eso en tono de lamento... Los pensamientos de Huisheng fueron interrumpidos por el sonido de gritos ahogados de arriba. Irritado, ahuecó sus manos sobre sus orejas. —Los Protocolos nos cuentan que no hay menos que Cuatro Silencios: el Silencio Antes de las Palabras, el Silencio Entre Palabras, el Silencio de la Tubería Rota*, y el Silencio de los Paquetes Caídos. Para el iniciado son tan diferentes como los caracteres para “fin” y “aún no,” aunque el forastero no puede distinguir a uno del otro.** Los gritos incomprensibles fueron más ruidosos. Huisheng miró hacia arriba y vió una serpiente culebreando por las cuerdas hacia el aterrorizado prisionero. —Es curioso, reflexionó Huisheng. El hermano arriba no pidió ser liberado; ni me rogó que le tirara piedras a la serpiente. Pronto va a morir. Luego él continuará no-preguntándome esas cosas, aunque de una manera diferente. Si abandono este lugar, seguirá no-preguntándome de una manera otra vez diferente. —Aquí hay una lección en la corrección de este monje, aunque aún no adiviné cual es. Por lo tanto, silbando una melodía, Huisheng se apartó del monasterio. Traducido por Gonzalo Alcalde. Un extracto de The Codeless Code, por Qi (qi@thecodelesscode.com). Distribuido bajo la Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License. |